miércoles, 20 de enero de 2010

Los Coffe Shop de Amsterdam


Ana Verdeja


Los Coffe Shop de Amsterdam

Mi viaje comienza en la entrada de un coffe shop. Un pasillo estrecho nos da la bienvenida a lo que ya de por sí es extraño, es una cabaña en medio de una ciudad tan cosmopolita como lo sea Amsterdam, las paredes del coffe, hechas de corteza de árbol están llenas de extraños glifos que a veces comprendo y a veces no… pero no importa, son otras personas y otros viajes.

Mis pupilas dilatadas tratan de leer algunos mensajes escritos cuando la oscuridad lo permite y reafirmo lo que ya sé: el cannabis puede ser, también, una musa involuntaria, un buen terciopelo para acariciar despacio y hasta un viento fresco: “Si no puedes ver una flor reír, fuma y verás a un árbol gritar”, también leí “No pises la hierba, fúmatela”.

Por un momento creí no estar ahí, la música me transportó hacia otro lugar y en otro tiempo; aquel tiempo en el que mis carcajadas sonaban fuertes y libres por cualquier cosa, aquel tiempo en el que la palabra “teléfono” o “zapato” eran extrañas y a la vez graciosas por simples y sin sentido; así que comencé a reír y a reír por todo, reí por “tapete” y también por “mesabanco”, “antifaz”, me reí de cómo algo puede llamarse “palmera” o “corneta” o “tecla” o “pantalón”…

Ya para entonces mis carcajadas no podían detenerse, algunos de los que estaban ahí me veían y también reían. Mi amigo me abrazó y rió conmigo tanto como pudo; de pronto me di cuenta de que no podía parar de reír y que el pecho y el abdomen estaban adoloridos; fue entonces cuando un lúgubre pensamiento cruzó por mi mente y pregunté en voz alta: “¿y si muero de un ataque al corazón por tanto reír?”, lo cual sonó aún más ridículo y explotamos en carcajadas… Al salir, escribí en la pared “Ríe hasta morir”, entonces fuimos a buscar algo qué comer.

Podríamos decir que el mundo se divide en dos: por un lado los que admiran y estudian los efectos y la utilidad de la marihuana y por el otro, los que la rechazan y la satanizan. Lo cierto es que todos tenemos algo que decir al respecto; cuando de la marihuana se trata, todo el mundo tiene una opinión seria o no.

Y mientras el mundo se pelea afuera; dentro de un café en Amsterdam, Holanda, todo parece regirse bajo otro tiempo, otro ritmo, otro reloj… otro viaje…

Los Coffe Shop de esta ciudad europea son lugares donde la marihuana no solo es legal, sino que fumarla y comprarla es parte de la gracia. Aunque en Holanda la venta de drogas suaves es ilegal, si esta actividad permanece discreta es totalmente tolerada por las autoridades nacionales. Estos cafés son perfectamente reconocibles por su decoración psicodélica y su música de alto volumen. El público de estos lugares es de todas las edades y de todos los estratos sociales, pero la diversión está exenta para los menores de 16 años.

Sin duda, los coffeshops son uno de los elementos más llamativos y turísticos de la ciudad. Su fama ha trascendido las fronteras de Holanda y los turistas, atraídos por la curiosidad suelen visitarlos para vivir ese ambiente cargado y lúgubre de estos bares permanentemente llenos de humo, de iluminación tenue y ese característico olor a cannabis, incluso existen en la ciudad competencias en las que se premia al lugar que ofrece el mejor cannabis de la región.

Asimismo, en Amsterdam existen los llamados Smart shop, son tiendas en las que venden los más extraños souvenirs, por su puesto, todos referentes a la marihuana, collares, plantas, macetas, libretas con hojas de marihuana, ropa, pipas y un sinfín de artículos; incluso semillas, fertilizantes y todo lo que se necesita para armar un huerto que desde luego es legal en esa ciudad, ya que Holanda es uno de los países más liberales de Europa.

El estruendoso sonido de la música de The Bulldog Palace, se escucha hasta la avenida Leidseplein, los que transitan por ahí no pueden evitar voltear a la fachada marcada con el número 15 y echarle una mirada al Coffe Shop más antiguo de Amsterdam, uno de los más antiguos bares de Holanda y uno de los primeros en lograr vender lícitamente la hierba de la mariguana en sus más variadas presentaciones.

La fiesta en el Bulldog es permanente, más que un bar el Bulldog Palace que fue abierto como tal en 1985, parece un gran antro, un lounge de lujo que siempre está lleno de turistas de todo el mundo. Los fumadores que acuden al Bulldog no son los que esperan tener para nada el misticismo que rodea forjar y fumar; el que visita el Bulldog Palace es más bien adicto al ruido, al tumulto y a las relaciones públicas.

Afortunadamente este lugar no es el único coffe shop de Amsterdam, pues en el número 665 de la Av. Keiserzgracht está el Lucky Mothers, una casa antigua convertida en restaurante instalado a lado de la Plaza Rembrandtplein y de un canal en el que la mirada se puede hundir por largas horas viendo el brillo del sol sobre el suave movimiento acuático mientras disfrutas lentamente de un cannabis cup, bebida que ha sido premiada y reinventada por el personal de este lugar desde 1993.

La intensión del Lucky Mothers ha sido mantener viva la tradición hippie de los años 60 y 70, así que su carta está llena de exóticos platillos naturistas, muchos de ellos realizados con marihuana como galletas, panqués, pasteles, jugos y te, entre otros. Sus cuartos están decorados con detalles que parecen más bien arrancados del cuento de Alicia en el país de las maravillas, todo siempre con un toque “peace and love” y aunque hoy el lugar ha cambiado de dueño y de nombre, actualmente se llama Het Kruydenhuys, para los conocedores siempre será el Lucky Mothers.

Sin embargo, los directorios turísticos, igual que en cualquier parte del mundo sólo anuncian aquellos lugares que son dignos de ser vistos y visitados por los extranjeros, sólo anuncian los sitios que se concentran en calles en las que hay tiendas de marcas prestigiosas, hoteles de lujo y restaurantes de grand gourmet, sólo anuncian aquellos sitios que son bonitos, elitistas y caros.

No hace falta caminar demasiado para encontrar un cofee shop pequeño, íntimo, con el misticismo que necesita el consumidor del cannabis, un lugar en el que algunos amigos se juntan como pieles rojas a fumar la pipa de la paz, sin ruido, sin tumulto y sin clandestinidad, porque en Amsterdam nada es clandestino.

Uno de estos coffe shops se encuentra situado en el número 47 de la calle Vijzelgracht, se llama precisamente Coffee Shop Little, y tal como su nombre lo indica la entrada es pequeña y subterránea, como si estuvieras intentando abordar el subway, aunque ya en la emoción y la curiosidad te hace pensar que estás entrando a terrenos underground, el lugar también es pequeño y a este sitio no acude la muchedumbre hambrienta de ruido y ligue; es simplemente un lugar para la clientela local y para el turismo mochilero, hippioso y de poco recurso; los productos son baratos y el trato es amistoso.

Por dentro el cofee es acogedor, en él los fumadores se sienten como en la sala de casa en donde escuchas sólo la música que te gusta al volumen que te gusta, mientras forjas, fumas y rolas.

Estos son los lugares que han hecho famoso a Amsterdam, una ciudad que no ha perdido su encanto tradicional pero que sigue los pasos de la modernidad y de las ciudades más cosmopolitas del mundo, aquí convergen una enorme cantidad de grupos étnicos que intercambian no sólo sus puntos de vista sobre la marihuana sino de cualquier tema cultural.

Pero la vida en Amsterdam no es solo marihuana, es también una ciudad segura, con jóvenes responsables y autoridades alertas de lo que saben se podría convertir en un serio problema de salud pública. Por lo pronto, la fiesta se ha terminado para aquellos que osaron poner su Coffe Shop cerca de alguna escuela o centro educativo, también se cierran las puertas de su bar y se abren las de la cárcel si se atreven a vender marihuana a los menores de 16 años. Cabe destacar que un estudio rebeló que el consumo de drogas por los jóvenes holandeses se mantiene estable desde hace más de una década…

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