miércoles, 20 de enero de 2010

Ecatepec centro de trabajo de quienes practican el asalto psicológico

Ana Verdeja




Ecatepec centro de trabajo de quienes practican el asalto psicológico

(Primera entrega)



Un extraño fenómeno se vive en la cabecera municipal de Ecatepec desde hace ya algunos años: los asaltos psicológicos son el “pan de cada día” para los locatarios del Centro de San Cristóbal en esta localidad, pues no faltan uno o dos personajes que con una buena charla y el trabajo de ganarse la confianza del dueño o encargado del negocio, logran llevarse parte o, en ocasiones, todo el dinero de la venta del día.

Clientes, publicistas, vendedores, promocionistas, funcionarios municipales y caracterizados en un sinfín de personajes es como los asaltantes llegan a los locales con objeto de embaucar a quienes atienden el negocio y llevarse las ganancias del día. Los casos son más frecuentes de lo que imaginamos, se repiten a diario y a todas horas y aunque es una forma sin violencia no deja de ser un robo, mismo que en ocasiones resulta en terribles consecuencias económicas o incluso en repercusiones en la salud de quienes han sido víctimas de estas personas sin escrúpulos.

En varias entrevistas que algunas de las víctimas dieron a este medio, se pudo constatar en que una de las cosas en las que coinciden los entrevistados es que agradecen que los asaltantes no hayan utilizado la violencia sobre su persona; sin embargo, la frustración y el hecho de no haberse dado cuenta a tiempo de que estaban siendo objeto de un engaño los hace sentirse culpables y merecedores del daño.

Lo cierto es que quienes se dedican a la seguridad pública, recomiendan que cuando un asaltante entra a un lugar y amenaza con hacerle daño físico a algunos de los presentes, lo mejor es no resistirse al asalto y dejar que los amantes de lo ajeno se lleven todo lo que quieran pero ¿qué hacer cuando el ladrón no da un aparente aviso de que lo que quiere es llevarse nuestro dinero?

El caso Lupita

Algunos de los testimonios son verdaderamente desgarradores; por ejemplo el caso de una señora mayor de 60 años cuyo nombre pidió que no fuera revelado, por ello la llamaremos Lupita quien pertenecía a un grupo de señoras de la tercera edad.

Lupita y su grupo tomaban clases en la Casa de la Cultura de Ecatepec, cuando una mañana un hombre maduro y bien vestido llegó al lugar presentándose e identificándose como un vendedor de la cadena de tiendas Elektra y les dijo que en la sucursal que se ubica cerca de ahí había un lote de electrodomésticos que la tienda estaba rematando a tan sólo 12 mil pesos; dicho lote constaba de un televisor grande, un refrigerador, una estufa, un horno de microondas, una licuadora y otros productos más que convertían a la oferta en una tentadora oportunidad como para dejarlo pasar sin siquiera pensarlo.

Todas sus compañeras se negaron rotundamente por falta de dinero, excepto Lupita, quien tenía en casa 7 mil pesos ahorrados y una hija que podría facilitarle el resto del dinero. Palpando su área de oportunidad, el impostor no podría desaprovechar el interés y comenzó a realizar la “labor de convencimiento” hasta que Lupita se sintió comprometida, después de que el “vendedor” llevaba ahí más de dos hora esperando su respuesta.

Finalmente Lupita logró hablar con su hija quien le depositó los 5 mil pesos restantes; así pues, Lupita fue sola al cajero, sacó los 5 mil y después se dirigió a su casa por sus ahorros, cuando regresó a San Cristóbal, el supuesto vendedor aun seguía ahí esperándola, para entonces las clases ya habían terminado y sus amigas ya se había retirado del lugar.

Lupita y el ladrón salieron del recinto y tomaron un taxi que los llevó al Elektra, a Lupita le pareció extraño porque la distancia es muy corta y pudieron haber hecho el recorrido caminando. Ya en el trayecto, Lupita se dio cuenta de que el vendedor le hablaba con demasiada familiaridad y le comentó que en ese momento no había camionetas en la tienda que le llevaran sus productos a su casa, pero que le pediría al taxista que le hiciera favor de llevarle las cosas más pequeñas y que al siguiente día los aparatos grandes le serían entregados en su domicilio.

Cuando llegaron a la tienda, el taxista accedió a esperar a la señora. Ya en el interior, el hombre tomó un catálogo publicitario y le señaló a Lupita cuáles eran los productos en cuestión, una vez que ella eligió los aparatos, el hombre le pidió el dinero y fue hasta la caja de la tienda a realizar el supuesto pago y le pidió a Lupita que esperara su recibo sentada en una sala justo frente a la gerencia de la tienda y añadió que sería el gerente quien la llamaría por su nombre y le daría a firmar unos papeles, mientras tanto él iría a la bodega para que comenzaran a bajar los aparatos de su compra.

Así las cosas, Lupita esperó sentada cerca de una hora y media, tiempo suficiente para que el ladrón huyera con su dinero. Al cabo de ese tiempo, Lupita le preguntó al gerente si ya estaría hecho su recibo, el gerente extrañado dijo desconocer la transacción, fue entonces cuando ella entendió lo que estaba pasando y describió a la persona que la había engañado; obviamente nadie lo conocía, ni pertenecía a la empresa.

Lupita salió desconsolada de la sucursal y vio al taxista que aún la seguía esperando, se acercó al chofer y le preguntó si había visto salir al ladrón; el taxista respondió “Si lo vi y hablé con él, me dijo que usted era su mamá; me pidió que la llevara con los productos hasta su domicilio y que usted me pagaría lo que marcara el taxímetro porque él ya le había dejado dinero”. Por su puesto Lupita se puso mal, así que el hombre del taxi, quien también comprendió lo sucedido, la ayudó llevándola a la Cruz Roja para que fuera atendida por crisis nerviosa.

Aparentemente, la vida de Lupita no cambió, su hija le dijo que no se preocupara por el dinero que le había prestado. Sin embargo, el hecho de sentir que le habían tomado el pelo de manera tan absurda afecto profundamente su autoestima, pues fue blanco fácil de un engaño y hoy ella se siente con rabia, impotencia y además culpable por haber confiado en un extraño y por haberse cegado con la deslumbrante idea de que aprovecharía una oportunidad de oro.

Otros Casos

Tal y como el de Lupita existen en la cabecera municipal de Ecatepec cientos de casos, prácticamente todos los locatarios y vecinos de la zona han sido víctimas de estos impostores que con la mano en la cintura se aprovechan de la inocencia y la confianza de las personas, quitándoles cantidades grandes y pequeñas.

El “modus operandi” de estos vivales tiene una mecánica relativamente sencilla, los asaltantes invierten tiempo en observar a sus víctimas, en armar el engaño e invierten también un poco de dinero en crear documentos, credenciales y papelería falsa que les ayude a hacer de sus mentiras argumentos más creíbles. Se presentan como personas serias, amables y agradables, lo que al final las hace confiables.

Hace apenas un par de semanas, una mujer que se hizo pasar como funcionaria del Ayuntamiento, visitó a más de diez locales de la calle Vicente Villada, especialmente a aquellos que exhiben mercancía afuera de sus negocios pidiéndoles la cantidad de 100 pesos a cada uno o de lo contrario llamaría a personal de vía pública para que recogiera sus productos. Por lo pronto los locatarios accedieron pero tomaron el nombre de la mujer y acudieron al Palacio Municipal para manifestar sus quejas por el cobro pero al llegar a la oficina correspondiente, se dieron cuenta de que la mujer no laboraba para el ayuntamiento y que todo se había tratado de un robo.

En otra ocasión un repartidor de refrescos de la marca Pascual, les dejó a varios locatarios una “promoción” en la que por 200 pesos, además de un six de refrescos de lata les dejaría un frigobar que debería ser llenado posteriormente con refrescos de la misma marca y que los locatarios podrían vender a sus clientes aun y cuando su giro no fuera abarrotero. El supuesto repartidor, les hacía firmar un contrato, les pedía el dinero y dejaba la bolsa con las latas mientras iba al camión a “traer” el aparato electrónico… por supuesto jamás volvió.

Podríamos narrar muchos casos más, pues las malas experiencias se viven a diario en esta zona del Estado de México. El problema es que difícilmente las personas deciden denunciar abusos de este tipo, el hecho de que los asaltantes no hayan utilizado la violencia física o verbal no deja muy claro a las víctimas de que sea una cuestión para tomar acción legal, además de que se sienten avergonzadas por haber caído en manos de personas que eran aparentemente fáciles de desenmascarar.

Por esta razón es muy importante que sepamos qué hacer primero, para prevenir un asalto psicológico y en caso de que seamos víctimas de un embaucador, cómo debemos proceder legalmente para que estos delitos dejen de practicarse.

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