domingo, 24 de enero de 2010

Destrucción, caos y hambre en Haití mucho antes del sismo



Ana Verdeja


Destrucción, caos y hambre en Haití mucho antes del sismo

Con terribles consecuencias para todos los habitantes de la Isla se vive lo que ya se puede llamar como la peor tragedia natural que ha experimentado la sociedad haitiana la que además es, hoy por hoy, la república más pobre de todo el continente Americano, la más atrasada y la que por lo tanto estará obligada a atravesar por una transición que dejará huellas en su -ya de por sí- vapuleada historia.

Sin mayores logros históricos que ser la primera nación que consiguió la emancipación de los esclavos negros traídos de África por los colonizadores franceses y el segundo pueblo en conseguir su independencia en el año de 1804, los habitantes de Haití se han convertido en un pueblo heredero de la pobreza, el analfabetismo, la insalubridad, la violencia y todo aquello que hable del tercermundismo más arraigado.

La historia de Haití es una historia muy compleja, pues es un pueblo que –en ese territorio- no tiene otras raíces que la esclavitud y en ese sentido, la dificultad para formar un estado democrático ha sido para los haitianos el mayor problema; pues han tenido que sobrevivir a los embates de gobiernos impuestos, a terribles dictaduras que los han dejado sumidos en la más profunda pobreza y desolación. Los haitianos, desde tiempos inmemoriales han sufrido gobiernos que los han abandonado a su suerte.

Aún y cuando se supone que los presidentes son de elección popular, la mayoría de la sociedad desconoce lo que es una práctica democrática y está acostumbrada a vivir con violencia sus sucesiones presidenciales, a los golpes de estado, a los presidentes impuestos y a las consecuencias de tener una constitución que apenas fue conocida en 1987 misma que fue suspendida por algunos años y vuelta a reinstaurar hace tan sólo 15 años, en 1994.

Esta casi anarquía, ha provocado consecuencias terribles para los habitantes de Haití, pues más del 70 por ciento de la población vive en la pobreza extrema, no hay empleo para nadie en la isla y es seguro que si algún haitiano quiere superarse deberá abandonar el territorio y conseguir sus sueños en algún otro país de América.

Ese mismo porcentaje de haitianos se dedica a la agricultura, sólo por generar su propio recurso. Sin embargo, sorprende que para muchos habitantes sea inaccesible una bolsa de arroz o cualquier otra semilla de la canasta básica; por lo que la industria alimenticia de ese país ha formulado una galleta cuya base es una masa de barro, manteca y sal, producto que tiene muy bajo costo y al que los padres de familia recurren para alimentar a los niños.

Por su puesto, esto ha traído como consecuencia un alto índice de desnutrición, gracias a lo cual, el promedio de vida para los haitiano está muy por debajo de la media mundial y la talla de los niños en la isla se encuentra también por debajo del promedio que marca la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la UNICEF.

Desde luego, al no haber ni siquiera recursos para que la gente pueda mitigar sus necesidades más elementales como casa y comida, la educación es prácticamente un lujo para quienes habitan en “la montaña”, una zona habitacional y residencial en donde habita sólo el 20 por ciento de la población haitiana en su mayoría rodeada de lujo y poder. Es ahí en donde se recibe al turismo del más alto nivel y en donde queda de manifiesto que el resto de la sociedad no tiene ni ha tenido ninguna importancia para los gobernantes de este país.

Actualmente el 60 por ciento de la población es analfabeta, no sabe leer ni escribir y a pesar de que la Unesco ha realizado esfuerzos por mejorar la infraestructura educativa, la situación económica le impide a las familias enviar a sus hijos a la escuela a pesar de que la constitución marca que la educación debe ser gratuita y obligatoria. Las posibilidades universitarias se reducen a dos instituciones a las que sólo asisten los jóvenes privilegiados.

El terrible capítulo de los Duvalier

Uno de los capítulos más negros en la historia de Haití fue sin duda la gestión de la familia Duvalier, encabezada por el llamado Papa Doc quien en su polémica personalidad usó íconos del vudú como el llamado Barón Samedi, para generar más que respeto, temor entre la población rural de la isla.

Su gobierno comienza en 1957. Gracias al apoyo del ejército logra ganar las elecciones y destituir al presidente Paul Magloire. A pesar de haber prometido un gobierno pro-negros, un atentado cambia su visión y pronto decide depurar las fuerzas armadas creando una ola de terror, pues su gobierno se convirtió en una fuerza hostil y altamente represiva.

Durante su gestión, la cual finalmente terminó por convertirse en una terrible dictadura, Francoise Duvalier creó una policía que le ayudaba a apagar conspiraciones de algunos detractores; sin embargo, este grupo policiaco no recibía ninguna remuneración económica por lo que sus miembros, abusando de su poder, extorsionaban a los civiles de una manera cruel que desató interminables olas de violencia, corrupción y muerte.

Un ridículo proceso electoral en 1962, le otorgó otros 6 años en poder al Papa Doc, en el que “triunfó” de manera rotunda con todos los votos a su favor y ninguno en contra. A partir de ese momento, su enfermedad por el poder se hizo aún más crónica y más destructiva para los haitianos, sembrando el terror entre todos y obligándolos a hacer de su imagen prácticamente una deidad a la que los habitantes de Haití debían rendir culto.

Varios fueron los intentos por derrocar al dictador, pero sólo la muerte logró que Francoise Duvalier dejara la silla presidencial; sin embargo, tras haber cambiado la Constitución de su país, el gobierno fue heredado por su hijo Jean Claude Duvalier, quien tan solo contaba con 19 años de edad y a quien los haitianos bautizaron como Baby Doc.

Tuvieron que pasar otros 15 años de horror duvalierista para poder derrocar a Jean Claude o Baby Doc. El sistema implementado por su padre cambió solo de nombres, pues la pobreza y la desigualdad social quedaban al descubierto en los evidentes derroches por parte de su esposa en joyas, autos, fiestas, ropa, viajes y cualquier clase de excesos; mientras la población clamaba por realizar decentemente la actividad más elemental del hombre: comer.

La ayuda económica de gobiernos extranjeros nunca llegó a los haitianos, todos los recursos fueron derrochados por la familia Duvalier, al grado que esto generó encarnizados enfrentamientos entre parientes. Fue hasta 1986 cuando los militares dieron el golpe de estado, cuyo jefe militar fue Henri Namphy, quien en ese año se ostentó como el nuevo presidente constitucional de Haití, recibiendo a un país sumido en la más profunda pobreza, insalubre, ignorante y defendiendo violentamente hasta un pedazo de pan.

Después de los Duvalier

A partir de ese momento la historia política de Haití es de constantes golpes de estado y la herencia del duvalierismo aún permea en cada uno de los mandatarios que han intentado gobernar la isla. Jean Bertrand Aristide, otro de los polémicos mandatarios que ha gobernado Haití, creó otra de las crisis políticas más actuales dejando confusión y violencia a su obligatoria salida hacia Sudáfrica.

René Preval, el actual presidente de Haití, es el único político que ha logrado ejercer una administración completa y elegida democráticamente, en su gestión anterior recibió y entregó el poder pacíficamente; se había mantenido como un funcionario respetable; sin embrago, su madera política ha quedado en entredicho después de su pobre actuación para enfrentar junto con su pueblo el devastador desastre que viven, hoy, los golpeadísimos haitianos.

Desgraciadamente para este pueblo, su atraso ha quedado de manifiesto ante el mundo entero. Se ha exhibido su pobre clase política, su raquítica cohesión social; así como la, ahora más difícil, situación que enfrentarán en los próximos años; y aunque la ayuda internacional llega por toneladas ¿Habrá quién le entre a la reconstrucción de este pueblo históricamente abandonado a su suerte?, ¿Querrán los haitianos ser una estrella más de la bandera yanqui?...

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