miércoles, 20 de enero de 2010

La buena educación: la mejor medida de prevención para las adicciones

Ana Verdeja


La buena educación: la mejor medida de prevención para las adicciones

Existen muchos métodos médicos y psicológicos que los expertos recomiendan para el tratamiento de las adicciones. Algunos de ellos van desde las medidas más drásticas como el encierro y las ataduras, hasta otros en donde la charla, la reflexión y la salud mental son el principal ingrediente a la hora de desintoxicar no sólo el cuerpo sino también el alma.

Lo cierto es que cuando alguien ha caído en las garras de las adicciones no sólo se destruye a sí mismo sino al núcleo familiar entero. Los problemas del adicto pueden desencadenar una serie de conflictos familiares que a la postre, casi siempre resulta en la desintegración total, logrando que todos los miembros se conviertan en integrantes de una nueva familia que no coincide para nada en con los cánones de armonía que se necesitan en la base fundamental de la sociedad.

Desgraciadamente, cuando el consumidor ya se ha convertido en un adicto crónico, generalmente las familias se encuentran tan contaminadas que ya es muy difícil fomentar la unión entre los miembros como para ayudar a resolver juntos el problema. Lo único que resulta del conflicto es que cada uno tome un rumbo diferente que lo aleje cuanto antes y lo más posible de éste.

Sin embargo, los que saben, afirman que hay una solución al problema de las adicciones y al deterioro social que de ellas resulta, desgraciadamente los resultados son a largo plazo y lleva inmerso el absoluto compromiso de los padres de familia: la buena educación o mejor dicho, un cambio radical en los métodos de crianza.

¿Qué son los métodos de crianza?

En una entrevista para este medio, el Trabajador Social, José Antonio Maldonado Mora, nos explica que los familiològos han definido a los métodos de crianza como una nueva forma de clasificar a las familias que existen en nuestro país o más específicamente, los tipos de educación que inconscientemente los padres ejercen en su núcleo familiar.

Maldonado Mora, asegura que si todos las personas entendiéramos la importancia social que tiene la familia, así como el ciclo que debe cumplir (nacer, crecer, madurar y morir) sería mucho más fácil que los problemas como violencia, abuso, adicciones, alcoholismo se erradicaran; pues, según él, comprenderíamos que el ciclo de vida del concepto “familia” es tan breve como importante para el desarrollo de un individuo, de una sociedad, un país y del mundo entero.

Los investigadores de la conducta han encontrado cuatro maneras básicas en la forma de crianza:

El Modelo Autoritario, es aquel que ejerce la madre o el padre sobre todos los miembros de la familia, es vertical y unilateral. En este modelo no existen opiniones, sólo mandatos, obligaciones, pocos derechos, ningún cuestionamiento o duda sobre la máxima autoridad que será inflexible ante las necesidades sociales, físicas o emocionales de los demás miembros.

En este caso, los hijos suelen ser tímidos y poco razonadores, puesto que no hay cuestionamientos de ningún tipo, los hijos se acostumbran a que siempre habrá alguien que les diga qué hacer y cómo hacerlo. Son temerosos de transgredir cualquier indicación por simple que ésta sea, crecerán sin saber si lo que hacen es lo correcto y cuando las demandas sociales comiencen a rebasarlos, sus expectativas serán cortas y mediocres; eso los orillará a copiar modelos de personalidad con tal de pertenecer a un grupo al que no podrían accesar por sí mismos; en este caso, generalmente las decisiones que toman no son las correctas y se involucran con grupos altamente transgresores y antisociales.

El Modelo Negligente Indiferente, es justo el lado opuesto al autoritario, y no se refiere a una exceso en libertades sino a un exceso en indiferencia, simplemente el padre o los padres de familia no se ocupan en conocer los intereses de sus hijos quienes al final no tienen una idea clara de cómo conducirse. El factor Negligencia viene cuando el hijo ha perdido toda imagen de autoridad y confianza; no hay un vínculo entre padre e hijo que haga que el segundo aprecie el hogar y el seno familiar como un lugar en el que puede descargar sus emociones, anhelos y logros personales.

En este modelo los hijos viven en una constante depresión involuntaria que fácilmente podría subsanarse con una droga, pues además de que no existe ninguna restricción, tampoco existe reconocimiento alguno, lo cual los hace absolutamente vulnerables. El hogar se vuelve un sitio a donde llegar y dormir y los lazos familiares se deterioran tanto que los miembros se vuelven simplemente dos desconocidos que comparten una casa.

Modelo Indulgente Permisivo, en este modelo los padres tienden a poner reglas que van de un extremo a otro; un día piden a los hijos sólo lavar su plato y al otro día, los hijos tienen la obligación de realizar el aseo a conciencia de toda la casa; es decir las reglas no son para nada claras, pero no sólo eso, sino tampoco la idea de hacerlas cumplir por más irreales que parezcan.

En este caso, los padres ceden ante el menor cuestionamiento de los hijos, dudan de sus propias reglas dejando que sean violadas lo que al final de cuentas se convierte en una “arma blanca” para los hijos quienes utilizan el chantaje como un método de negociación. Al no haber reglas claras, no hay límites claros, no hay castigos claros y por lo tanto ninguna mala conducta parece ser tan grave; la autoridad paterna es fácilmente burlada.

Generalmente, en este tipo de modelos los resultados son catastróficos, pues los padres se dan cuenta de que los menores realizan actos indebidos y ya no tienen control sobre ellos. Al principio la relación parece buena y de confianza, cuando en realidad lo que se está gestando es un ambiente de libertinaje.

Un modelo a seguir

Finalmente, el Modelo Recíproco con Autoridad, se ha considerado como el modelo ideal para el buen funcionamiento de las familias, en él se define claramente las reglas y las normas; además de que cada miembro las respeta, también cada miembro participa en las propuestas para crear nuevas normas familiares; todos asumen su rol y sus responsabilidades con agrado.

En este caso, los padres no son amigos de sus hijos sino autoridades sabias con las que pueden compartir consejos, sucesos, logros y anhelos; ya que es lo suficientemente flexible como para provocar el diálogo entre sus miembros; tanto como para que cada uno sienta la confianza de externar sus problemas personales y darle solución de forma conjunta si lo necesitase.

Los padres asumen su rol y tratan siempre de no delegar su responsabilidad en familiares cercanos como abuelos o tíos, esto hace que este modelo sea lo suficientemente rígido en su configuración interna, pues no permite la intromisión de gente ajena en sus asuntos cotidianos y mucho menos en sus problemas de fondo.

Los cónyuges viven sus problemas y los resuelven con armonía, son ellos quienes llevan la autoridad, promueven el respeto a través de lazos afectivos profundos y positivos. Este modelo es considerado como el camino a seguir para evitar el problema social de la “desintegración familiar”.

Para los hijos, el modelo se convierte en un lugar seguro al que siempre desean regresar porque es ahí en donde sus opiniones son valoradas, sus conductas son regidas bajo sanos criterios y sus logros son aceptados con alegría, además de ser impulsados a continuar por el camino del éxito. Aquí las malas conductas serán absolutamente reprobadas y tendrán consecuencias morales que a su vez serán sanadas por los demás miembros de la familia mostrándose en todo momento como un apoyo ético.

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